Tras dos semanas de mi última publicación, en las que aún no me ha sido posible contactar con el general Popov, ni afortunadamente he tenido ningún problema con el KGB, dejo de mirar los bajos de mi coche por las mañanas y me dispongo a escribir un nuevo post. En esta ocasión un post viajero, más gráfico que literario, y en el que recojo algunas de las curiosidades hídricas con las que me he topado en un viaje inolvidable, y muy esperado, por tierras peruanas.
Islas flotantes de los Uros en el Lago Titicaca
El lago Titicaca, el cuerpo de agua navegable más alto del mundo, se ubica a una altitud media de 3.812 ms.n.m. y mide 204 km de largo por 65 km de ancho, ocupando un total de 8.562 km², compartidos entre Perú y Bolivia, casi de forma similar (56%/44%).
Cercanas a una de sus orillas, en la bahía de Puno (Perú), se encuentran unas 80 islas flotantes, en las que viven unas 270 familia de la etnia urus/uros, que realizan en estas plataformas todas sus actividades cotidianas.
Para la construcción de estas islas, los uros recurren al empleo de bloques de raíces de totora (Schoenoplectus californicus), planta acuática que abunda en el lago, que van uniendo unos con otros mediante el empleo de estacas y cuerdas. Una vez conformada la base de la isla flotante, finalmente se ancla al fondo del lago para evitar su desplazamiento.
Para proteger a los habitantes de las islas flotantes de la humedad, sobre los bloques de raíces se extienden diferentes capas de tallos de totora, tejidos o entrelazados, que se van renovando periódicamente. Sobre estas capas, se levantan las viviendas, en las que habitan los uros y que cuentan con una única habitación.
La totora juega pues un papel determinante en la calidad de vida de los habitantes de estas islas flotantes, favoreciendo al mismo tiempo el equilibrio de los ecosistemas naturales del entorno.
En lo referente a los servicios sanitarios de estas islas flotantes (el Médico del Agua siempre se fija en estas cosas), algunas de las islas cuentan con sus propios servicios higiénicos, mientras que en otros casos estos servicios se implantan en islas diferentes, a las que desplazan en barcas los que precisan su uso.
Las terrazas en las zonas andinas
Las terrazas, conocidas también como andenes y tan abundantes en las zonas andinas peruanas, cumplían dos funciones fundamentales: evitar la erosión hídrica de los terrenos en pendiente e incrementar notablemente las superficies de cultivo, facilitando, además, el riego de las mismas (agricultura inca adaptada al paisaje).
El sistema de drenaje interno de las terrazas consta de tres capas, una primera de mantillo, una segunda de arena y una tercera de grava, que permiten una rápida absorción de las aguas y su evacuación, ladera abajo, sin ocasionar deslizamientos de tierras.
En ocasiones, estas terrazas, más finamente construidas, tenían también una función ceremonial, como es el caso de las de Moray (Cusco).
Espejos de agua para la observación astronómica
Otro curioso uso del agua en la cultura inca lo encontramos en los espejos de agua, recipientes líticos, finamente acabados, en los que se depositaba agua y que permitían una observación más cómoda, y segura (en el caso del sol), de las proyecciones de los cuerpos celestes que se creaban sobre el espejo de agua.
Cuidando el medioambiente
A lo largo del viaje por tierras peruanas, en las inmediaciones de las masas de agua son frecuentes los carteles con mensajes dirigidos a la protección y el cuidado de las mismas. Algunos de ellos muy vistosos, como el que se muestra en la fotografía adjunta.
En ocasiones estos carteles tienen una finalidad más generalista, enfocándose al cuidado y preservación del medioambiente, (Pachamama/Madre Tierra).
Agua embotellada y dispensadores de agua
En la actualidad en Perú se consumen unos 1.400 millones de litros de agua embotellada al año, encontrándose esta industria en pleno crecimiento.
Me ha llamado la atención el elevado número de marcas que hacen alusión a nombre de santos (San Carlos, San Luis, San Mateo…), órdenes religiosas (Benedictino), e incluso hasta al propio Cielo.
También he podido constatar la implantación de dispensadores de agua, en espacios públicos y hoteles, que ofrecen agua filtrada por carbón activado y desinfectada mediante luz ultravioleta.
Estos dispensadores también cuentan con un contador que va indicando el número de envases plásticos que se ha conseguido evitar, mediante su empleo.
Mi encuentro con el Dr. Agua
Para terminar y tras muchos whatsapps, videoconferencias y correos intercambiados, en el viaje por fin he tenido la oportunidad de conocer en persona al Dr. Willian Gonzales, conocido en las redes sociales como Dr. Agua y con una legión de seguidores hídricos.
Como era de esperar, este esperado encuentro entre colegas dedicados a la Medicina del Agua ha dado mucho de sí, tanto que será el objeto del próximo post.