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Mujeres a la mar, progreso de todos

  • Mujeres mar, progreso todos

Como en otros ámbitos científicos, subirse al barco de la carrera oceanográfica es una larga travesía llena de aventuras, descubrimientos y experiencias que, si se es una mujer, se navegará por aguas bravas. Las expectativas del siglo XXI requieren una igualdad de género en todos los ámbitos, pero de las palabras a los hechos siempre hay un gran trecho, y el progreso científico no siempre ha ido de la mano con el social, al menos en lo que a mismas oportunidades entre hombres y mujeres se refiere, y a la omisión del reconcomiendo que estas últimas merecen. Un hecho con nombre propio: el Efecto Matilda.

Dentro de esta industria históricamente dominada por hombres, son muchas las mujeres que se han embarcado en el crucero de la carrera científica y, más concretamente, en la oceánica. Sin embargo, es necesario bucear entre aguas profundas para encontrar los nombres de aquellas que dejaron un legado en el estudio de los océanos; no porque fueran pocas y poco importantes, ni porque su contribución a la oceanografía no fuera trascendental, sino porque el contexto social de su época permitió que sus cualidades desaparecieran entre tanto pez queriendo dominar la mar. Y pese a los impedimentos, ellas siguieron nadando a contracorriente.

Son muchas las mujeres que se han embarcado en el crucero de la carrera científica y, más concretamente, en la oceánica

Así, Jeanne Baret, botánica, fue la primera mujer en circunnavegar el mundo en el siglo XVIII, pero para lograrlo tuvo que disfrazarse de hombre; Jimena Quirós fue la primera mujer en embarcar en una campaña oceanográfica, así como la primera científica en incorporarse al Instituto Español Oceanográfico (IEO), pero la dictadura franquista truncó su carrera al cesarla de sus cargos y echándola del IEO; Ángeles Alvariño, oceanógrafa, se convirtió en la primera mujer en embarcar en un buque inglés en calidad de científica y descubrió veintidós especies marinas, pero también denunció la discriminación profesional vivida por razones de género; Marie Tharp, geóloga y cartógrafa oceanográfica, elaboró el primer mapa de los fondos oceánicos atlánticos y revolucionó la comprensión científica de la deriva continental, pero tuvo que hacerlo desde tierra, pues en 1977 las mujeres todavía estaban excluidas del trabajo a bordo de los barcos.

Las largas travesías por aguas turbulentas que vivieron estas pioneras de la oceanografía mundial siguen existiendo aún hoy. En la actualidad las mujeres representan solo el 1,2% de la población activa mundial de los profesionales del mar, según el Seafarer Workforce Report 2021 de BIMCO/ICS. La falta de referentes femeninas como consecuencia de la falta de oportunidades y reconocimientos a iguales condiciones que sus colegas masculinos, deriva en una menor participación de las mujeres en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) que, poco a poco, mengua los avances conseguidos en materia de igualdad. Porque no debemos olvidar que no fue hasta 1978 cuando Sylvia Earle se convirtió en la primera mujer en liderar la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), y que no fue hasta 2004 que el IEO tuvo a su primera directora con Concha Soto.

Unos logros que llegaron tarde —pero al menos llegaron—, dentro de un progreso que debería haber llevado velocidad de crucero desde el principio, sin dejar en tierra a nadie, porque ningún barco que se precie es capaz de llegar a buen puerto con la mitad de la tripulación.